La luz acaricia las columnas del claustro renacentista del Hospital de Tavera.
Una luminosidad cálida y tierna envuelve el ambiente.
Después de dar una clase en línea con los alumnos de la universidad de León y
la sobrecogedora noticia de una amiga sobre el diagnóstico de su cáncer cáncer,
acompasa mis pasos sobre el claustro entrelazando mi existencia a la sencilla tarea de vivir,
de percibir el latir de la cotidianeidad de unos actos que se suman a los de cada ser humano
construyendo el mundo que habitamos
El silencio roto por el aletear de una paloma,
la penetrante mirada de la lechuza que me visita todas las tarde,
Mi finitud se adentra en la infinitud de nuestro Hacedor