Empezamos a romper la crisálida del confinamiento.
A volver a ser ciudadanos de nuestras calles, pasajeros de nuestros metros y autobuses.
Una sensación de libertad abre mis alas y empiezo a sondear la inmensidad del horizonte.
La incertidumbre y el miedo no paralizan la fuerza de la vida que me impulsa a volar.
Me lanzo a la inmensidad, sondeando los cielos, desplegando mis alas. Segura y confiada de que el Creador sostiene mi vida.