En Navidad Dios envía Su luz al mundo

La Mano de Dios, desde el fondo de Su misterio, entra en relación con los Cuatro Elementos de la Creación: Fuego, Agua, Tierra y Agua; Su ámbito está indicado por dos líneas paralelas verticales, y la Mano es como un surtidor que sube; envía la gran estrella, el Sol, Cristo, que está arriba (Fuego), Su luz, entrando en la Creación (En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, Jn. 1,4); la Estrella atraviesa el Aire, el eje azul central y vertical; los cinco dedos de la Mano de Dios se abren en gesto de donación (el Emmanuel, Dios con nosotros, Is. 7,14): impulsa hacia arriba la luz, con los destellos que va desprendiendo en su camino, y que son las estrellitas vibrantes, de tonos diferentes, blanco y negro, iluminándolo todo; la Mano y la Estrella son del mismo dorado, para manifestar su identidad (Jesucristo, hijo de Dios, resplandor de Su gloria e impronta de Su substancia, He. 1,3).

Abajo, a ambos lados del azul, hay dos ríos, de Aguas verdes, fecundas, que corren ondulantes.

El ámbito del Absoluto de Dios se estrecha, expresando que lo Inabarcable entra en la limitación de la Creación, indicando el hecho del Nacimiento, saliendo Jesús, la Estrella, del vientre de Su madre (Nació Su hijo, Lc. 2,7).

Más arriba está la Tierra, expresada por los paneles amarillo y verde, de la hierba: allá se mueven, con rítmica fluidez, diferentes plantas.

Arriba, bajo un arco de medio punto representando la bóveda del cielo, está la Luz, destacada, destellante, iluminándolo todo con su fulgor y calor llenos de energía (Fuego), y que las plantas aprovechan. Así, toda la Creación goza, luciendo sus colores y formas vibrantes, a causa de la Luz y la Vida, Cristo llegando al Mundo, la Estrella luciente de la mañana (Ap. 22,16).

La estructura contrastada anima el vitral y separa Dios del Mundo: Así, son diferentes las formas puntiagudas de las estrellas (divino) y las fluidas de las criaturas (plantas y corriente ondulada del agua); también se contraponen las superficies planas y estáticas del Aire y de la Tierra y el dinamismo del Agua y la vegetación.

Matisse expresa la Navidad, innovando, como artista moderno: así, elige una composición plana, de ordenación insólita, en la que Dios está en el fondo; vive la experiencia religiosa mediante los Elementos de la naturaleza, yendo hacia la abstracción, y descartando los personajes tradicionales de las historias navideñas. La fiesta del Sol, celebrando que el día se alarga, es anterior al Cristianismo, tomando aquí sentido cristiano como lo dice su título (Nochebuena). No es tan diferente de muchas expresiones de otros momentos, como el Románico. El artista consigue, en sus palabras, “una forma decantada en lo más esencial (…) en la que el signo es suficiente.

Frederic Chordà

 

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